24 de marzo de 1976

Estaba casi dormida, y ya no tenía frío. No podía tenerlo.
Me había hablado de tanta muerte, que la vida me cubría de pies a cabeza, aislándome, protegiéndome, invadiendo cada pequeño rincón de mi.
No podía penetrar el frío, fueron años de lucha para lograr este calor interno, que nace en la angostura de mi garganta y se esparce por toda la fe habida en mi cuerpo.
Ya no había que tener frío, esta libertad es de tan admirada, indestructible. Vive en cada suspiro de paz que el aire tranquilamente te deja respirar.
Porque no se respiró, porque se tuvo miedo, porque la prohibición, muerte y censura fue admirada por unos pocos e indestructible para unos todos.
Pero hoy se destruye con cada sonrisa, cada lágrima, abrazo y caricia que indica que lo peor ya pasó, que ya construimos anticuerpos y que para el frío, hoy somos libres.
Y que no hay ni habrá, mejor resistencia que esa.